Friday 23 December 2011

Me vas a doler toda la vida

Me vas a doler toda la vida.
Recordar tu nombre es sentir que me quema. Me quema tu idea, a mi también me quema.
La memoria me empieza a fallar cuando conjuro tu idea. Tu imagen es imborrable, satánica, maléfica.
Me vas a doler toda la vida, como duele siempre un duelo que no queremos hacer.
Como la muerte misma dolés.
Como un cuchillo que, desafilado, se empecina en entrar en mi carne y provocar la exaltación de mis recuerdos más escondidos, así dolés.
Me vas a doler toda la vida.
Como el momento mismo en que uno se despide de la vida y le toca empezar a descifrar que vendrá después. Me dolés como las incertidumbres y me dolés como me duele el paso del tiempo.
Me dolés porque hace tiempo que ya no puedo ni espiarte desde mi auto.
Porque no soporto tu nombre ni siquiera cuando aparece con otros apellidos.
Me dolés porque no te imaginaba y llegaste para destruir todo lo que venía construyendo. Sos un vendaval de dolor.
Me hacés el mismo daño que me hace mirar hacia atrás y descubrir el tiempo pasado; cuando sin quererlo siquiera, me paro en esta piedra de la edad y me doy cuenta que ya he recorrido lo suficiente. Y en todo este recorrido siempre, siempre cargué la mochila de tu recuerdo punzante. Mi vida hubiese sido mucho más fácil si no te hubieras empeñado en colgar de mi ayer el dolor de haberte conocido.
Me vas a doler toda mi vida.
Me dolés tanto que de tanto en tanto, lloro y ruego poder borrar tu recuerdo. Porque ya no tengo ni recuerdos buenos. Lloro y me duele, me duele haberte conocido.
Me vas a doler toda mi vida.
Toda mi vida.
Toda.

Wednesday 5 October 2011

Olvidarte

Ayer le dije: “Buenos días, disfruta de estas últimas horas, porque en breve voy a olvidarte”.
Olvidarte es decisión tomada. No me vengas con que eso no se decide. 

Sunday 31 July 2011

Nostalgia

A veces pienso que siento amor por lo que fuiste. No por lo que sos.
Nostalgia.

Monday 25 July 2011

Nabokov

Ayer, después de mucho tiempo, decidí no conducir hasta tu casa. Me levanté tarde, como el día sábado siempre amerita, me senté en el sillón tres cuerpos color beige y me puse a observar como mi biblioteca se va llenando de libros que jamás leí. Que compro y no leo, porque paso mis horas trabajando duro en el oficio de ser el conductor que observa tu vida y la pinta, como pintor de naturalezas muertas, como una imagen estática que, colgada en la pared de algún vetusto museo de poca monta, nadie se atreve a tocar.
Y por otro lado, apilados cerca de la mesa del televisor, robándole la forma a una escalera caracol que alguna vez vi en un departamento que alquilé cerca de la costa, se encuentran aquellos libros que leí, y no sólo eso, sino que releí. Una vez me enseñó el gran Maestro Vladimir Nabokov, que uno no puede leer un libro, sino que sólo puede releerlo.
No voy a mentirte, la mayoría de ellos están subrayados con una lapicera tinta color negro. Todos tienen pasajes, oraciones, párrafos que me recuerdan de alguna manera u otra a vos.
La primera vez que leí a Nabokov, quedé exhausto, casi derribado por la narrativa más maravillosa que (años después descubriría) podría uno encontrar. Compré Mashenka en un mercado de libros usados en la capital hace varios años y a partir de ahí, nació una extraña relación amor-obsesión con su autor. Ese, claramente, es un libro que repasa la historia de tu vida desde el principio hasta el fin. He marcado tantas partes, que casi debería copiar el texto entero para poder citarte cómo alguien, muchos años antes de que nacieras, en Berlín conjugó verbos, añadió adjetivos, tonalizó frases que se volverían reales a penas salieras al mundo a vivir.
Está también un tomo eterno con todos los relatos completos del Maestro traducidos al español que compré un día mientras te espiaba tras las góndolas de la librería que queda lejos de tu casa. Para él, confeccioné con mis propias manos un señalador en el que escribí una frase que habla de la soledad. Claro, sí, una frase robada a Vladimir.  En la página 69, comienza la historia “Dioses”, y en la página 71 marqué exactamente esto, decime… ¿te trae algún recuerdo? : “Te estás riendo. Cuando ríes, quiero que todo el mundo se transforme para que te refleje como un espejo. Pero tus ojos se apagan al instante. Dices, apasionada, temerosamente: ‘ ¿Te gustaría ir… allí? ¿No te importa? Se está bien allí, todo está en flor…’.
¿Sabés que siento de a ratos? Que si él te hubiera conocido, no hubiese dudado un instante en hacerte protagonista de su mejor novela. 

Wednesday 6 July 2011

De a ratos...

De a ratos sueño con que lo que vivo es real.
Después pasan las horas y me doy cuenta que no es más que mi imaginación que se ha corporizado. Y sonrío casi imperceptiblemente.
Conduzco hasta tu casa y te veo allí sentada, como si no hiciera frío o si no hiciera calor, el pelo inmóvil, los ojos vacíos.
Y me pregunto si serás real, o sólo producto de mi mente que te busca hace tiempo y quizás te haya encontrado, protagonista de la historia de otro, protagonista tácita de mi vida, protagonista ignorante de la tuya.
Me dedicaré a contemplarte hasta que el sol caiga y entres en el mundo de un extraño y a mi no me quede más remedio que encender el auto, encender la calefacción y comenzar a rezar para que mi noche sea más corta que lo habitual.

Thursday 30 June 2011

V Parte





Me llegó la posta desde Blog A ... así enlazó esta humilde conductora, que sigue espiando desde su auto la vida de los demás.





El día afuera se desplegaba con el fulgor que sólo podría permitir un verano abrasador. El calor se tornaría insoportable en breve y lo notarías si no fuera porque decidiste quedarte en la cama unos minutos más.
Yo estacioné mi auto para mirarte, como de costumbre, cerca de la ventana verde. Estabas inusualmente despeinada y todavía vestías la misma ropa negra que la noche anterior ¡No es para menos después de una noche cuasi esquizofrénica!  Debajo de la cama estaba tu fiel amigo el perro y si te atrevieras a asomarte, encontrarías las cartas que creés perdidas desde hace mucho tiempo.
Tus ojos rojos recorrieron el ambiente como si no supieras bien dónde estás, te faltan fuerzas para incorporarte y te sobran ganas de dormir, o de llorar, ambas acciones en vos persiguen el mismo fin. Quisieras olvidar el atentado de amor que sufriste la noche anterior y del que no podés escapar y mientras te revolcás en las sábanas que huelen a cigarro, a sangre y a amor te preguntás si los sucesos de anoche fueron reales o el producto de la suma de millones de idealizaciones que creés deberían ser tu vida.
Los minutos se estiran demasiado cuando todo lo que queda es la memoria y es así que hora y media después, decidís levantarte.
Todo hoy se te presenta lento. Caminás pausado y con cada paso se abre una remembranza, tu vida es este presente lleno de pasado y carente de futuro, y eso, en vez de amedrentarte, te llena de una sensación de adrenalina que no podrías explicar con palabras.
Ponés el agua para el té y prendés la radio. Las noticias son las de siempre, la revolución, el caos, las peleas, el revuelo general y recordás sin querer que él hoy, a esta hora, podría estar muerto. Subís el volumen y tratás de escuchar un poco más, pero no hay nada de eso y sonreís feliz.  Abrís tu cuaderno de notas y comenzás a redactar, pero el ruido del agua hirviendo en la pava te desconcentra y abandonás la actividad. Quisieras poder explicar cómo es que el miedo y el amor se habían conjugado en tu casa, en tu cama la noche anterior, pero se te hace imposible y concluís que hoy no es día para ponerte a inventar palabras para definir tus sentimientos.
Tomás el teléfono para llamar a tu tío Carloto y preguntarle si él apareció por el bar esta madrugada. Yo sólo escucho que decís : “ bien”, “aha”, “mmm”, “decile que vuelva cuando pueda”. Pero hablás como si temieras algo y colgás demasiado pronto. Yo necesito imperiosamente saber más, enciendo el auto, sé  dónde debo ir.
A penas estaciono detrás del bar recuerdo como desearías poder ir allí, frecuentar El Enano Saltarín,  ya que en definitiva, no es más que el lugar soñado para alguien como vos; uno viaja al pasado o al futuro cuando pone un pie adentro, y para alguien carente de un porvenir  el recinto se te presenta casi como una utopía.  Has empezado a pensar que tu vida es simplemente mirar hacia atrás y revivir los últimos catorce años; y has caído en la cuenta de que a partir de anoche no hay mucho que hacer, sólo esperar.
Se habían conocido en el parque que unía las avenidas cuando todavía iban a la escuela primaria. Él se escondía detrás de un pino para verte pasar con tus zapatillas rojas de caña alta, con tu walk-man en el bolso y un cigarrillo escondido en tu boca. La vida los había unido un año después gracias a unos amigos en común en una de esas reuniones secretas en el  ático de la casa del padre de Jimena y ahí mismo decidieron unirse para siempre. Vos fuiste siempre el bastón que sostuvo su caminar y su crecer, la baranda donde apoyarse, el lugar seguro al que uno siempre quiere volver, el refugio, la infancia eterna, y hasta quizás el mismísimo aire.
Con los años te diste cuenta que no podías seguirlo. Sus actividades eran cada vez más secretas y peligrosas y las cartas que te enviaba sólo saciaban momentáneamente tu necesidad de él.  La mayoría de las veces ni siquiera entendías lo que decían, pero el simple hecho de saber que él con su puño y letra las había redactado bastaba para abrazarlas fuerte contra tu pecho y sentirlas una recompensa que te entregaba el tiempo por el sólo hecho de saber esperar.  Catorce años… ni uno más, ni uno menos, todos y cada uno de ellos dedicados a él, a cuidarlo desde lejos, a protegerlo bajo tu ala, a amarlo desesperadamente. Y él, a su manera, a amarte también a vos.
                                                                              ***
El bar, como bien sabés, tiene unas habitaciones detrás que tu tío Carloto solo ofrece cuando el caso lo amerita. Allí todavía era de noche gracias a unas frazadas que cubrían las pequeñas ventanas cercanas al techo.
Tu amor había estado sentado unas cuantas horas con la mirada perdida en un buen recuerdo antes de entregarse por completo a la nostalgia. Siempre le costaba demasiado tomar la decisión de no olvidar y peor aún,  decretar que vagaría por segundos incalculables, incontables por tramos y trazos de una historia que hasta anoche le parecía perdida. Sin la ayuda del boticario jamás habría podido llegar a tu casa. Piensa en su futuro por un largo rato y se pregunta si debería dejarlo todo por ti, o por su otro amor (como a él le gusta llamarlo), la justicia. El mundo se está derrumbando y él encuentra inevitable amarte pero también es inevitable el impulso interno que lo lleva a las reuniones secretas aún hoy en día, a pesar de todo, a pesar de vos.
El olor que proviene desde el bar le dice que ya es hora de levantarse. Espía a través de la cortina de juncos que separan la habitación de la sala principal y ve a Carloto en su puesto, como siempre. Se pregunta qué habría sido de él todos estos años sin la ayuda de tu tío y duda (por segunda vez en el mismo día) si debería dejarle la posta a alguien más joven y con menos apego a un viejo amor.
El salón principal  exhibe un desfiladero de gentes y personas que hace tiempo no saborea. Observa  por un rato con desconfianza, saluda con un gesto a tu tío y se acerca a Jacinto, o al mono, baja la mirada, le guiña un ojo a Leonardo ( ¡ por Dios hoy están todos aquí!), saluda a los demás con la mano ( desconfía del hombre del paraguas) y recorre con la vista el bar una vez más.  En la barra está Jimena, la abraza con dolor, toma sus manos y la mira cándidamente antes de susurrarle al oído:
-Cuando puedas llamala y pedile que encuentre esas cartas que hace tanto le envié. Todo lo que necesita saber está en ellas.



Y ahora le dejo yo la posta a Layna , espero que puedas hacer algo desde aquí, o desde algún otro lugar.



Aprovecho para agradecer la invitación a tan maravilloso trabajo comunitario , estoy conociendo blogs increíbles que me dan material de lectura nocturna cada día. 

Sunday 12 June 2011

La Imposibilidad

Todo comenzaba en la cabeza. En alguna parte se encontraban y hacían sinapsis cuantiosísimas neuronas que no sólo se basaban en las experiencias químicas vividas en ese momento, sino también en algunas retorcidas volteretas que daba la memoria.
Luego saboreaba el pensamiento y lo volvía a repetir. En un extraño juego que le había planteado su vida, ella siempre temió no poder recordar las frases maravillosas que se le ocurrían en cualquier lugar y es por eso que un buen día decidió sacar el viejo anotador que había encontrado guardado en un cajón en la casa de su abuela, llevarlo siempre en la cartera y al momento de la revelación, tomar nota sobre ello.
A veces una idea le dolía en la panza y le provocaba llorar. A veces una realidad auto-revelada se le aparecía en el camino, la pensaba, la repensaba y a la tercer vez le daba paso a la lapicera pluma Parker tinta negra para que con su majestuoso fluir la perpetrara en la hoja, tatuándola de por vida en una página en blanco.
Y también había diálogos extensos con los temas más variados como protagonistas: el amor y su mejor amigo, el desamor, el mundo, el amor, su historia en común, el amor y su mejor amigo el desamor, la explicación al desamor, el amor como química y como lenguaje, de por qué el amor jamás sería matemático, del desamor. Y como ramas inquietas la semana anterior a la primavera, el pensamiento se llenaba de cosas para decirte. Todo siempre comenzaba en la cabeza, luego la sinapsis y luego la Parker tinta negra.
Claro está que cuando corpóreamente te hacías presente frente a ella, una magia inexplicable nublaba su cabeza, se apoderaba fatalmente de su memoria, adormecía sus brazos y secaba la tinta; lo más fabuloso era ver cómo una a una las palabras escritas para vos se borraban y la frustración causada por el torrente de frases que deseaba decirte pero que su garganta, reseca y enmudecida, se negaba a reproducir. 

Sunday 8 May 2011

Los pies

Es así de mezquina mi memoria que se empecina en volver a donde ya ha ido.
Sórdida nostalgia, en la que al revolver encuentro que no hay mejor día que aquel que pasé contigo, ni mejor amor que el que aprendí contigo, ni mejor dolor que el que he sufrido contigo.

Y en una nebulosa asfixiante, en la que respirar se me hace añicos, encuentro mis pies andando por el camino que ya han ido.
Que todo vuelve algún día al lugar donde pertenece para terminar su existencia de donde jamás debería haber partido, ya lo sé.
Sólo que se me acaba la historia, me quedan cortos los días, y otra vez me encuentro caminando las calles que tantas veces he recorrido. 

Tuesday 3 May 2011

El bastón

Era claro ver lo que pasaba, la estaban desmembrando. Le estaban arrancando sus brazos, las piernas, de cuajo, con dolor. Una increíble mancha de sangre crecía por debajo de su tronco y de sus ojos brotó una lágrima. Estaba padeciendo la inevitabilidad de sus decisiones y aún cuando un grito ensordecedor hizo temblar los cuatro muros que la acunaban, no pudo sentirse culpable.
Se paró como pudo y recordó que el ser humano no es más que un animal de costumbre. Comprendió que tarde o temprano podría acomodar su vida hasta lograr normalizar su situación. Le faltaban los brazos, es verdad, pero ya encontraría algo que le sirviera de miembro prensil, o quizás se dejaría prensar por brazos ajenos. La vida no parecía tan mala. Claro está que habría que acostumbrarse al insoslayable zumbido de la conciencia.
Le faltaban las piernas. Le habían arrancado también el corazón. Y un pulmón. Y una oreja.
Y frente al rugir de las estrepitosas paredes que se iban derrumbando a medida que ella, digamos, caminaba, se encontró falta de rodillas y se dejó caer.
Quizás el dolor más enceguecedor provino de la cruel comprensión de la falta más inexplicable de todas. Su bastón. Y desde los confines más remotos de las entrañas que le colgaban por doquier y a medida que intentaba avanzar hacia un porvenir que no era más que la mismísima nada, un alarido desesperado la despertó de un sueño profundo al que se había entregado la noche anterior.
Pero no había sido un sueño. Efectivamente, le faltaba su bastón. 

Monday 2 May 2011

El cuento de la librería

Mentiría si dijera que la sorpresa la sorprendió. No era una sorpresa. Había vivido una semana y media completa sabiendo que transitaba el inexorable camino hacia la no-sorpresa. Por primera vez en mucho tiempo no había planeado una respuesta que pudiera considerarse válida y decidió, mientras manejaba un auto prestado, que dejaría que fluyera de su más íntimo ser una contestación que te descolocara y te desautomatizara. Ella no cree que hayas estrenado esa información silenciosa con ella, sino que en realidad, habías recopilado detalles de vidas anteriores a ella (que te aconsejo jamás reveles en su presencia) y las implementaste con motivo de tu grand opening (al que ella deseaba asistir, claro está, pero más como audiencia que como protagonista).
Esta mañana, mientras corría la sábana de sus piernas, pensó mucho en vos. Quiso comprender cómo es posible que pudieras tener un pasado al que ella no perteneciera y tuvo ganas de llorar o de dormir, es lo mismo, en ella ambas acciones persiguen un único fin. Que habías tocado otro cuerpo y habías sentido amor. Amor, esa palabra se corporizó en jeringas infectadas y cada vez que hacía fuerza para imaginarte amando a otra persona, el dolor se volvía insoportable, insostenible. Y eran pinchazos penetrantes, dolorosos, del tipo de pinchazos que aparecen en los sueños de otros, no en los propios. Y pensó que si va a tener que andar por la vida con la pesada mochila de saber que ha habido un antes, prefiere quedarse sentada. Porque el mero hecho de especular sobre todas las mujeres que pasaron por tu vida le provoca repugnancia. ¿Cómo es que alguien como tú no pudo esperarla hasta que llegara? M. cree que en definitiva, vos estabas seguro que algún día pasaría, pero te has tardado demasiado, demasiados años en llegar.
Esta mañana de lunes transcurrió como varias otras, como las que sucedían hace algunos años atrás, en las que se levantaba dispuesta a mentir y a no medir las consecuencias. Escribió un correo, recibió otro y se sentó a esperar, pero a pesar de que te habías corporizado en un nombre, no apareciste rápidamente y ella se tuvo que ir.
Caminó por el centro. De a ratos, una mueca se inmiscuía en su cara y la sorprendía recordándote otra vez. Le hubiese gustado decirte tantas cosas, pero no, fue decisión de ella no planear. Sería imposible describir la inmensa cantidad de especulaciones y abstracciones que la fueron acompañando todas esas cuadras en las que, está de más decirte, sintió que te encontraría. Siempre, en todos lados estás vos.  Y todo tu pasado se le hizo presente en la imagen de la tapa de un disco que reposaba en el piso de una vidriera en la que se detuvo. Y tuvo nauseas profundas al sentir y recordar y volver a pensar en que vos tenías un antes. Ella te amaría mejor (no más) si hubieses nacido el mismísimo día en que te conoció, pero no, eso sería imposible y para pensar en imposibles, bastante tiene ya cuando se acuerda de ti.
Sin embargo, hay una idea inquietante que la acecha desde que te empujó hacia donde te empujó y es que desde ese momento, todo ha sido cuesta abajo, y como bien sabés, cuesta abajo no es sólo peor sino también más rápido. Y que esta historia está llegando vertiginosamente a un final que se está desplegando ante sus ojos con una inevitabilidad que no puede controlar. Y si no puede controlarlo, preferirá matarlo antes de que nazca, porque no soporta que nadie maneje sus riendas. Un final que se revela mucho antes de que se desarrolle la trama. Un final que sucede antes que el inicio. Un final inexorable, y claramente, poco feliz.
Hace dos días que se plantea si debería seguir abrumándose, llenándose hasta rebalsar sólo para llegar a la conclusión de que cualquier intento con vos es en vano.
Y cruza la calle diagonal sin miran para ningún lado, quizás presa de una realidad que es demasiado diferente a la que la rodea, siente que nada puede pasarle y llega a la vereda opuesta. La espera un cordón más alto de lo que esperaba y se tropieza un poco. Quizás el golpe la haya devuelto a la realidad, o quizás siga en ese submundo que tanto le sienta. Recuerda cuando vivía más cerca de allí y decide entrar a una librería que jamás le gustó. Mira el reloj detenidamente, como si de buenas a primeras no entendiera que aún es temprano y que podrá gastar más de una hora hojeando libros que no va a comprar.
El chico de la caja la reconoce aunque hace tiempo que no se ven. La saluda con un gesto y con la mano y la deja pasar al fondo, al sector de las ofertas. El ideal para ella sería encontrar un libro, no… descubrir un libro maravilloso a un precio módico, recuerda todas esas veces que compró en otra ciudad obras maestras por casi nada y se dedica a buscar. Hay una guía de París (no le gusta París) y una guía de Londres que se apresura a tomar, pero con exacta rapidez la devuelve al estante y piensa que ella no necesita guía.
Después se entrega a una colección barata que reúne a varios premios nobeles de la literatura mundial. Recuerda que hace un tiempo compró uno muy bueno, que lo prestó y que aún no se lo han devuelto. Se enfurece brevemente, ¡cómo odia prestar libros!
Ya es hora de volver. Hacía mucho tiempo que no dedicaba un momento tan extenso a su placer más grande. Sale de la librería y piensa que no ha comprado nada para vos. Y que vas a volver a pedirle que te lea unos párrafos de un libro al azar y que no tendrá cómo sorprenderte. Luego se reprime una idea y piensa que en definitiva debería empezar a vivir su vida sin girar a tu alrededor.
Una vez hubo un alguien que la amó desesperadamente y que la manipuló de formas que sería imposible explicar. Fue títere y a veces fue titiritero. Siempre vuelve a ese viejo amor. Ella se permite el pasado y se permite estar atada a él que la amó desesperadamente, depresivamente, como a ella le gusta que la amen, que la atosiguen de sentimientos, que le maltraten la conciencia hasta que golpeada no le quede más que explosionar. Es este viejo amor al que recordó instantáneamente después de decidir que dejaría que te fueras de su cabeza por un instante aunque sea, que ya estaba, que basta de vos. Notó que algo raro estaba sucediendo en esa realidad que de a ratos le resulta tan ajena: o ella estaba caminando muy rápido o las cuadras se habían hecho sorprendentemente más cortas. O era que estaba cayendo demasiado rápido en un pozo de remembranzas que no sabría distinguir si le producían felicidad, miedo, tristeza o no le producían absolutamente nada. Se sintió Alicia cayendo por la madriguera aunque le resultaba casi obvio que no encontraría adelante un país de maravillas. Se sintió de pronto protagonista de todos sus libros favoritos y recordó que muchas veces se había sentido identificada con ese famoso personaje de Nabokov.
Cuando llegó a su casa sintió una angustia que le impidió respirar, miró como siempre dentro del buzón pero no había ninguna carta, supo que esta vez no había hallado nada no porque no habías deseado escribirle, sino porque simplemente no te habías animado. Y ella sintió que debía respetar tu decisión y  que también debía respetar que fueran tan diferentes porque si no eran esos grandes contrastes lo que había servido de material para sentar las bases de lo que sea que han construido, bueno, entonces no sé qué podría ser.

Saturday 9 April 2011

El cuento del hospital

Durante el tiempo que estuvo en coma no me animé a ir a visitarla. Y me pregunté constantemente si ella estaba haciendo esfuerzos para hacer que perdure ese sueño casi infinito, en el que seguramente, su otra realidad se había convertido en la única realidad.
Supe por un amigo que trabaja en el hospital que a pesar de que todos los exámenes estaban bien, ella no despertaba.
Sé que estuvieron sus padres, su abuela y sus amigos. Nunca faltaron los amigos y a veces faltaste vos.
Sé que su madre le peinaba la larga cabellera a diario y a veces aparecían sus amigas con un labial cherry y jugaban a que todo estaba bien. Que, a pesar de tener puesta la bata del hospital, parecía que todos los días tenía un vestido diferente y que de todos,  el color lavanda era el que mejor le quedaba. 

Thursday 31 March 2011

Te cuento el cuento de una estatua

Hay una estatua gigante hecha de imágenes que ya nadie cree. Hay una sillón donde nunca te sentaste y probablemente jamás te sentarás. Hay una estatua que debería  derrumbarse, rocas que caen, egos golpeados. Una estatua de un pasado fatídico, de la muerte misma. La estatua de un recuerdo casi borroso. Hay una escalera donde te sentaste y tomaste un trago en un vaso rojo de plástico y prometiste cosas imprometibles y  la miraste sin mirarla y la tocaste sin tocarla.
Hay una melancolía y una nostalgia tan indescriptibles que quizás jamás pueda detallarlas. Guardó una a una las penas, el dolor, guardó  su muerte en una caja donde también hay palabras que escribiste alguna vez  mientras la mirabas, reías y jurabas lo injurable. 
No sé escribir palabras que no haya escrito ya millones de veces, ni sé decir cosas que ya no haya repetido muchísimas veces. Cae y cae y vuelve a caer. Todo el tiempo, las incesantes preguntas perennes que no dejan de existir. Su vida es un árbol tupido de hojas y hojas de tu historia. De su historia. De mi historia. De nuestra historia.
Hay una imagen triste de un cuerpo mutilado sobre la cama. Los pedazos podridos de carne reposan en una muerte inequívoca. Hay un cuerpo en la cama donde dormiste que escucha ruidos y voces y escucha mentiras que ya no puede diferenciar de verdades hipotéticas auto-creadas sólo para la propia satisfacción de ese pedazo de carne que hay sobre la cama.
Su casa es una sucesión de recuerdos interminables. Hay un patio donde te sentaste a burlarla pidiendo de rodillas que te entregara su vida. Está ese patio lleno de fantasmas de memorias que aún vagan en esa pequeña tierra o ese pequeño mundo lleno de vos. Hay memorias fantasmas. Recuerdos espectrales de todo lo que hiciste sin saber que hacías y aún así lo hacías con la  precisión de un escultor. El escultor de esa estatua que está mirando con los ojos entreabiertos en una especie de vigilia inauténtica. Ha querido dormir todos estos meses y se ha forzado al insomnio sólo para poder retener tus imágenes que se le agotan con el paso de los días. Te ha tenido menos veces de las que no te ha tenido, sin embargo ha besado tu recuerdo muchas más veces de las que besó tu cuerpo impío.
Hay imágenes irreverentes y todo te lo debe a vos. Vivís aquí hace tanto tiempo que tendría que comprar más muebles para apilar la eterna sucesión de acciones que perpetrás dentro del cerebro del muerto que está tirado sobre esa cama donde tantas veces  te lloró y donde aún  te llora. No ha dejado de hacer nada de lo que hacía cuando estabas corpóreamente aquí.
Una alfombra que guarda el recuerdo más imborrable de todos, donde ha marcado con tizas indisolubles el día en que su vida se convirtió en el después. Y dejó de haber antes. Y todo se convirtió en después. Una alfombra que grita la forma de tu cuerpo con la precisión que tiene un artista al producir su arte. Es que vos sos arte. El arte más puro que jamás haya conocido, el arte mejor pensado y a la vez más espontáneo. Sos una obra maestra, la obra culmine de quién te ideó o quién no te ideó. La estatua poco desdeñable que moldeó a la perfección de lo que sus ojos veían y ven en vos.  Ha creado desde la ficción, desde lo imaginario una obra que le costará mucho igualar.
Las manos del cuerpo inerte, las manos inactivas de quien ya no puede volver a esculpir.
La estatua sigue firme y erguida en el patio de sus inclinaciones. Has hecho de todo para derribarla, has mentido, maltratado,  ofendido, asesinado y aún así...sigue elevada, fija, segura e inmóvil. La ha hecho con materiales de muy buena calidad. No lo olvides. 

Saturday 26 March 2011

Lo mejor de ella

-Lo mejor de ella es que siempre le gustaron los pájaros. 

Wednesday 16 March 2011

Un rato antes...

Se paró frente al espejo y se retocó el maquillaje que llevaba desde hacía más de quince horas, mucho más de quince horas. Sabía que vendrías, ella lo había soñado la noche anterior, más o menos así: “no te vayas, no te vayas que terminé de fumarme un cigarro y necesito que estés acá”, eso decías, implorabas, rogabas, pedías. Y ella se quedó.
Cuando se levantó a la mañana siguiente no tuvo ganas de bañarse, se lavó los dientes con esa pasta sabor a tutti-frutti que ella adora y se quedó con el cepillo en la boca un buen rato simulando que era un chupetín.  Pensó en el sueño que había tenido y la revelación fue clara: vos ibas a hacer caso omiso a su súplica esa tarde. Repasó esa idea de que no posee real conexión con nadie, ya se le había ocurrido antes, ayer podría ser y se le ocurrió una nueva: “quiero ser libre”.
Le sonó el teléfono temprano, el móvil y quedó atada a una conversación con un viejo amor. Ya no le quiere, se pregunta si alguna vez lo quiso en realidad, y se mira al espejo avergonzada al sentirse tan halagada por alguien a quien hace tiempo no ve. Todo se resuelve rápido, ella cuelga, se sienta en el suelo, estira los brazos y deja que el frío del cerámico la reactive.
Camina por un pasadizo secreto que la lleva de su vida real a la que podría ser, a sus anhelos más profundos y se sumerge en un fluir de información que la apabulla. No puede o no sabe manejar tantos sentimientos, tantas ganas, tantos sueños. No se arrepiente de nada, es increíble, vaga en una bruma caliente llena de sensaciones pasadas y de sensaciones hipotéticas, se desviste, se viste y se vuelve a desvestir. Ha quedado desnuda frente al arcón de los recuerdos y mientras cierra una botella de limonada fresca, se decide a investigar.
Su contexto inmediato no le afecta, no la toca. Elige uno a uno los veranos a repasar, las razones, los pasos que la llevaron hasta donde está. Recuerda una a una cada una de sus dudas, de sus inquietudes, se pregunta su tan odiado: “¿Qué hubiese pasado si…?” rellena la frase una y otra vez y se da cuenta que anhelar lo imposible, lo que no está a su alcance, lo que fue o lo que no pudo ser, o no podrá ser jamás es parte irremediable de ser quien es.
Cierra los ojos y vuelve al piso. Esta vez, ya afuera, se recuesta bajo el gomero y observa como los rayos de sol pasan por entre las hojas del árbol heredado. Hace algunos años, su árbol favorito había sido uno a la vera de un río que sólo una vez visitó, pero decide que ya es tiempo de revisar sus propias tradiciones y sin darle más vueltas, declara en un acto solemne que el gomero pasará a ser su nuevo árbol predilecto.
El tiempo corre. No le importa. Ella sabe a qué hora llegarás.
Desde afuera vuela una canción que no le gusta, o que jamás escuchó. No desea permitir que nada le arruine este momento, duda tener tiempo en la semana de poder repetirlo y sin más, corre hacia el galpón de las cosas viejas, toma una vieja radio del tamaño de un puño, la prende y vuelve a su lugar.
Quisiera que suene alguna canción de la banda sonora de su película favorita, que no es más que la realización fílmica de su libro favorito, pero no. Sin embargo, capta la señal de una radio de barrio y se dedica a escuchar un viejo tango cuya letra, a pesar de no haber escuchado jamás, le resulta increíblemente familiar. Quizás esté contando su vida real. O la otra.
Vuelve a sumergirse en su mar de recuerdos y se sonroja al percibir sonrisas que se van adueñando de la parte inferior de su cara; y se sobresalta al sentir que cuando aparecés vos, comienza a reírse a carcajadas. Ninguna canción es tan buena como una carcajada suya. Recuerda cuando se conocieron, casualmente o no, ella sabe la verdad, duda que vos la sepas. Recuerda el ambiente en el que estaban, casi encerrados, calor, mucho calor y recuerda la inevitabilidad. Ella siempre supo que tarde o temprano vos te decidirías a hablarle y sabe que diseñó centímetro a centímetro el plan perfecto que te haría creer que tus acciones eran espontáneas, impensadas, tuyas.. Pero no, no lo eran, nunca lo fueron, siempre fuiste parte de lo que ella mentalmente digita, de sus formas macabras de planificar la vida de los demás para que, sin que nadie lo note, todos terminen bailando alrededor de ella. No es maldad, simplemente sucede así.
Y vos sos parte de ese plan, no lo olvides nunca. Ella te va a dejar creer que ganás, pero muchas veces son simplemente un peón.
Vuelve la imagen de aquel día y recuerda, como siempre que el mundo para ella se detuvo. Nunca le había pasado antes y nunca le volvería a ocurrir. Que todo se detuvo esa noche, que había reflectores apuntándote y algo muy adentro de ella tembló y sangró. Era el aviso de que su vida estaría por cambiar radicalmente, y eso dolió.
Lo que han construido desde allí en adelante es una gran obra maestra que decido escribir, no ha habido otra con tantas vueltas y tantos amores y desamores y la infinita cantidad de rencores, odios y reconciliaciones… infinita cantidad.
Ayer se dio cuenta que le va a ser muy difícil alejarse de vos, que muchas veces en el día se encuentra manipulando destinos para poder lograr verte por más tiempo. Y lo va a lograr, va a hacerte cambiar el rumbo mil veces hasta que creas que están coincidiendo, en una fiesta, en un parque, en algún lugar. Ella sospecha que te encantará la idea y que sentirás una vez más vencedor de una guerra que se ha desatado hace tiempo entre tus ganas, las de ella y tu forma de ser.
Cuando se hizo demasiado tarde para planear el día, se levantó de la cama de césped y corrió hasta el baño, anhelando una lluvia que no llegaría, abrió el grifo y se quitó la ropa. Antes de poner un pie en la tina, probó la temperatura del agua con la mano derecha y la impresionó la perfección. Se sentó cómodamente y dejó que el agua cayera sobre su cabeza durante un largo rato. Cerró los ojos, se peinó la conciencia y quince minutos antes de que llegaras decidió salir.  El resto de la escena es ella poniéndose hermosa, maquillando sus pestañas, cepillando su cabellera, eligiendo la ropa justa y sentándose a esperarte.
Quieta, inmóvil, como si le costara salir de ese submundo al que se había entregado un buen rato antes, repasó cual sería el plan de ahora en adelante y se le ocurrió una idea que comenzaría a tejer luego de que le pidieras que te bese. Es que ya te lo he dicho, ella lo ha planeado todo en su cabeza. 

Wednesday 9 March 2011

Y ella que se peina....

Caminaste hasta la puerta de su casa como cualquier otro día. La última vez juraste que no volverías, que ya no, que ya estaba, que listo, que punto. Y caminaste esta vez, olvidando todo lo antes jurado, lo que te habías repetido millones de veces en tu cabeza, lo que habías prometido. Olvidaste todo y caminaste hasta allí otra vez.
¿Qué vestías? Lo de siempre, unas zapatillas viejas, un jean y una remera. Nunca fue lo tuyo fijarte bien qué llevas puesto, no sentís que eso te defina, te marque, te haga ser quien sos. Pero quizás ni sepas quién sos. Y ella, a quien ayer vi en la cama, ella ayer pensaba que no tiene una conexión real con nadie. Real es una palabra fuerte, prefiere “profunda”. No conoce a nadie que la conozca completamente y ayer, mientras se debatía entre salir a vivir o quedarse encerrada, pensó que quizás vos fueras el único que podría, en un futuro, llegar a conocerla.
Ella sabe cómo autodefinirse. Sabe quién es y lo que podría llegar a conseguir, pero por ahora no le importa hacerlo.
Llegaste y tocaste timbre,  nunca lo habías hecho antes. Miraste si en el buzón alguien más le había dejado una carta y te sentiste vencedor otra vez, al comprobar que ella sigue siendo tuya. Silbaste bajito una canción que nadie conoce, o sí, y esperaste que te abra. Y cuando sucedió, todo en lo que te apoyabas cayó, y temblaron tus piernas y caíste vos también. La viste hermosa, como si ella se hubiera puesto hermosa sólo para vos, desafortunadamente, recordaste que ella no sabía que la visitarías y comprobaste una vez más, que ella es hermosa per sé.
-        -  Me quedé sin libros. ¡Qué hermoso está el parque!
No te habló, caminó a tu lado, pero desde lejos. No sé explicar qué fue bien lo que pasó. Te ofreció sentarte en el banco, pero recordaste que la última vez no lo habían hecho y te molestó el recuerdo. Sacudiste la cabeza, tratando de despojarte de tu memoria dudosa. No le hiciste caso y sacaste de tu bolso un puñado de  dulces de colores que a ella le fascinan. Antes siempre eran cartas y chocolates. Cartas, chocolates y cigarrillos. Sus ojos se llenaron de arco iris de azúcar y una pequeña sonrisa se apoderó de la parte inferior de su cara.
Así pasaron varios veinte minutos. Tardó en idear una frase, vos sabías que ella no iba a regalarle ni una sola palabra al azar, que todo estaría pensado, que no le gustó pedirte que te fueras, que una parte de ella estaba anclada a ese día y su idea de despegarse de esta historia. Si ella fuera quien la escribe, entonces hubiera proseguido el relato con un solo protagonista, eso anhelaba con furia, un solo protagonista. Vos.
Cuando por fin desenvolvió un puñado de frases, lograste entender que entre ustedes nada había cambiado y que tu idea de volver sin ser esperado había sido un gran acierto. Siempre son ustedes, aún cuando no se sienten corpóreamente juntos.
Te maravilló ver como su pelo brillaba al sol y como, uno a uno, comió los dulces. ¿Creés que te hubiera recibido si no los traías?
Se te ocurrieron unas palabras que podrían convertirse en canción: “Y ella que se peina, y no para de peinarse. Una y otra vez, más fuerte, menos, se saca un nudo, se pone lacia, se mira el espejo y comienza otra vez. Sin contar. Y ella que se peina para ser más linda y pienso que no se puede ser más linda. Y ella que se peina y escribe una carta. Un párrafo, otro, otro más. Y me los dedica, uno a uno, porque yo estoy en su cabeza y el destinatario soy yo.”
Te preguntaste si serías capaz de recordarlas una vez en tu casa, pero instantáneamente las olvidaste y  no te preocupaste en lo más mínimo.
Ella te pidió un favor al que no pudiste negarte.  Y te hizo feliz.
Tomaste aire y trataste de mantener una conversación que no fluía, y que era obvio que no fluiría, ella tenía miedo, o algo parecido al miedo, una mezcla de todos los sentimientos que se asocian con el temor, el terror y la inseguridad; pero vos entendiste a la perfección de qué se trataba eso, porque en el instante que ella se convertía en un papel transparente, fácil para vos leer entre sus líneas, vos te estabas convirtiendo en lo mismo.
-          Dame un beso – le rogaste, y como siempre, y tantas otras veces, la vida se volvió cíclica otra vez. 

Tuesday 15 February 2011

Te cuento un cuento de mañanas

A mí lo que me gusta es cuando te levantás inquieta…y hurgás en un bostezo eterno qué parte del sueño que tuviste aún te resulta tangible. Y te quedás con eso un buen rato, y seguís una especie de protocolo inexorable, que se repite mañana tras mañana y es más o menos así…
Primero te desperezás y mirás el despertador, si es muy temprano, cerrás los ojos otra vez y tratás de continuar con el sueño, pero si hay algo que los años te han enseñado, es que eso nunca sucede. Luego repasás detalle a detalle lo que has logrado traducir a palabras, a pensamientos, y lo tratás de vivir. Ayer mismo, sin ir más lejos, te perturbó un sueño en el que salías de una galería que no lo era, viste cómo son los sueños, muchas veces nadie es quién es, los lugares no son lo que son, siempre les das crédito por ser decididamente extraños y poner en jaque tu inteligencia.
La cosa es que la galería no era la galería, sino que era la Universidad, y tus bolsas no eran bolsas de compras, eran los libros, y al salir viste un cantante callejero que tocaba la guitarra… ¡ cómo te gustaría saber qué canción cantaba! Imposible. Y te agarraba del brazo y te pedía que te quedes, o algo así, y el cantante callejero era nada más y nada menos que él. Y otra vez, allí mismo, en el sueño, te preguntaste cuántas noches más ibas a soñar con lo mismo. Con él. Con él que hoy no va a venir. Te lo aclaro, no lo esperes, hoy no va a venir.
Después, el sueño se repitió.
Al despertar, cuando seguiste los pasos inevitables de tu pequeño ritual, le dedicaste el momento más especial a analizar qué significaba todo eso. Y otra vez, ¡otra vez! ,caíste en la trampa de creer que ese sueño tenía un sentido real, qué algo iba a pasar, que el hilo que los unió una vez seguía intacto. La verdad, a veces me sorprendés, no es que me quiera poner de su lado, pero vos misma se lo pediste. Le pediste que se fuera, que corte el hilo, que no vuelva más.
Ya dentro de la trampa, absolutamente imposibilitada para salir, corriste hasta el buzón y te fijaste si te había dejado una carta, como antes, cuando te dejaba cartas en tu buzón más de seis veces al día y vos te ponías el vestido blanco de verano y corrías los cuarenta metros que separan tus sueños de tu buzón, el pelo largo al viento, el sol coloreando tus hombros, una canción hermosa zumbando en tus oídos, las flores doblando para verte y desde lejos te gustaba ver que había un papel que se asomaba, y a veces eran dos y otra tres y así hasta seis.
Bueno, todo eso ya no va a pasar más. Deberías entenderlo. Él no va a escribirte, ni va a visitarte, por lo menos no por ahora. Ya no te quiere como te quería cuando decía que te quería. Ahora te quiere como se quiere a un recuerdo, se aferra a no borrarte, pero no te tiene siempre presente. Es como vos, que te aferrás a un sueño igual a tantos otros sueños y no querés dejarlo escapar, querés que se quede con vos, completo, sin perder ningún detalle, para poder revivirlo cuando te plazca como a un recuerdo. Nadie jamás ha podido convencerte de que los sueños son sólo eso, a vos te gusta pensar que son realidades en un universo paralelo. Realidades realmente reales. Que sucede, que te pasan, que el cantante callejero sí existió, efímero pero eficaz, en otra vida. Y te gusta pensar que tenés dos vidas, una que es de todos, que se ve a simple vista, que le gusta a todos, y una que te fascina a vos, en la que tus deseos se vuelven situación irrefutable, en la que tu voluntad no está doblegada a la imposición social que tanto te fastidia.
Has aprendido a amar a tu otro yo y a conservarlo inmaculado, tan inmaculado que nadie sabe que existe, te llena de orgullo, te refleja, te inspira, te deja ser quien sos. Te engalana y te eleva, como a vos te gusta que te eleven , que te recen.
Tus mañanas son, sin lugar a duda, mi momento favorito de tu día. Cuando sos la mitad de lo que sos y la mitad de lo que querés ser. La mitad de lo que forjaste a sangre, puño y letra y la otra mitad es el intento vano de realizar, perpetrar, tus deseos.

Monday 7 February 2011

Te cuento un cuento de transgresión

Hay algo suelto en el refrigerador. El “refrigerador”.
Hay de todo suelto en esta casa. El candado de la reja está fallado. Sólo basta con darle un pequeño golpecito y puedo entrar sin problemas. A la izquierda veo un pequeño cantero lleno de flores que se han mimetizado con sus vecinas. Los colores indefinidos, ya ninguna pertenece a una categoría especifica y si quisiera delimitar sus colores, debería primero tomarme el tiempo para inventar un nuevo set de vocablos que identificaran con propiedad lo que intento describir.
Y precisamente aquí, frente a mí, justo en el medio de la altísima pared blanca, justo en la entrada, detrás de la reja se halla la ventana. La ventana. El ojo de mis historias, el portal de mis creaciones, una gran boca pintada de verde, un balcón que fanfarronea  dos macetones sin flores. Me agacho hasta convertirme en un pequeño animal, no más grande que un perro de tamaño mediano y me siento a escuchar. Yo no necesito papel y lápiz para recordar. Mi memoria estuvo siempre supeditada a los momentos que vive y siempre ha encontrado maneras de relacionar sonidos, colores y aromas y traer de vuelta, al tiempo, una frazada de sensaciones que me encierra, me oprime y comprime, y me hace estallar en ínfimos pedacitos de fotografía que no puedo sino contar.
Por eso cuento tu historia, porque me lo pide la memoria.
Así como estoy, agachado, en cuclillas, con un dolor en las articulaciones que requeriría que inventase otro set de palabras para describirlo (y no tengo ganas, realmente) escucho que has elegido un disco que adoro, e intuyo que estás fascinada con este día de sol que encontraste al levantarte, desde que sospechaste, gracias al hilo de luz que se infiltró por el huequito que existe entre el extremo inferior de la puerta y el umbral, que hoy iba a ser un hermoso día. Y recordaste cuando la primavera te tomó por sorpresa y te regaló el estallido de mil jazmines, y recordaste que es hora de sacar del ropero el vestido blanco que heredaste de un recuerdo, que no tenés, que cuando cerrás los ojos podés hasta tocar y te imaginás vistiéndolo y tu pelo es más largo y siempre hace calor y siempre es un buen día para usarlo.
Adivino que has decidido pasar el día descalza. Descalza y con el pelo suelto, y que por propia decisión, y en calidad de actividad que odias, has entrado en un letargo del que te será difícil escapar, aunque no estoy muy seguro de poder calificar al letargo como actividad. Te molesta, lo odiás, no podés entender qué es lo que pasa. M,  ¿qué te pasa últimamente? No podés seguir dos líneas de lectura seguidas sin que tus pensamientos vuelen hacia tiempos futuros, lejanos, imposibles. ¿Qué te pasa? No comés, no regás, no escribís. No caminás ya casi, las rondas ya no son redondas, la vida en sí ya no parece seguir ningún plan. Estás absolutamente entregada a lo que puede ser, no buscás, ¡qué va!, si te veo sentada esperando el famoso “algo” de la vida que tomás sin cuestionamientos y aceptás como ley suprema.
Ya no vas a misa ni te interesan tus amigos. Has dejado de desear un perro de compañía y hasta podrías afirmar que los animales no te gustan. No has tocado un libro desde la última vez que él te visitó y te rogó que le leyeras unos párrafos al azar, párrafos sobre los que desearías vomitar ahora mismo, aunque te aterra ensuciar el vestido ficticio que llevás puesto.
Si sólo pudieras arrancar de cuajo las páginas que hoy parecen haberse vuelto enemigas de tus sentimientos más puros. Si pudieras suprimir la imagen grabada en tu cabeza… el gomero, el vestido blanco que aún no te resignas a tirar, su cabeza sobre tu regazo, el cuerpo sobre el pasto, la total inhibición de las funciones del banco y tu tan afamada pérdida de poder, el sometimiento a la voluntad ajena,  la completa sumisión, el dolor que te absorbe, te sobrepasa, te anula, te hace renunciar a todas las creencias que juntaste durante todos los años de tu vida.
Y decidís que los zapatos te aprietan, que quizás no sea simplemente una rima, que es verdad que las medias te dan calor…
Me detengo a pensar en mi infidencia, en este pequeño horror que ha sido bajarme del auto a espiarte. Que he cruzado un límite que hasta ayer parecía inquebrantable, que he pecado y que no me arrepiento, no me arrodillo ante nadie porque no debo justificar mis ansias, no rezo, no hay plegarias. He transgredido hasta el punto mismo del voyeur.
Y me gusta mirarte cuando estás tan sola que hasta te atreverías a llorar.
Y contar tu historia que no es más que la mía y la de él.
Y pensar, pensar por un momento quizás, que podrías ser mía. Como el día que conté el cuento desde el balcón, y pensaba este imperceptible driver, junto a un amigo que te amó, en que si fueras por un segundo más perspicaz, podrías ver más allá.
Lo que me queda es esto, el relato, el brote de memoria, el pequeño delito de mirarte, admirarte y contarle a él de que se trata todo tu ser. 

Tuesday 23 November 2010

Te cuento un cuento sobre un cuento

Lo que se ve desde acá es más o menos esto: la pava está a punto de hervir, hay una taza blanca a su lado y ella que decide que por hoy no va a preparar la tetera, o la ceremonia, esa a la que le encanta asistir, aunque sea en su propia casa, en su propio living, en su propio mundo. El té es casi infaltable en su mesa de luz, y hoy, feliz recuerda que tiene uno especial, uno que le trajeron de China, uno cuya etiqueta no puede leer, no sabe, no quiere, no le importa. Sólo le interesa el sabor y  le agrada saber que esa caja cónica ha viajado miles de kilómetros sólo para encontrarla.
Abre la heladera y saca el pote de miel. A veces no puede distinguir si verdaderamente le gusta o sólo la come por tradición familiar, porque hay que tener mucho coraje para romper los mandatos familiares, la miel, el diario, el lavarropas con tambor vertical, la marca de yerba de la abuela S.
Espío un poco más y noto que no está sola. Que está con vos, que te has decidido por una santísima vez a visitarla. Adivino tu intención, necesitás pedirle algo.
Lo que se ve desde acá es más o menos esto: ella lleva todavía pijamas y se está peinando, el agua para el té hirvió hace un rato y te pidió que la saques del fuego. Hoy no va a haber ceremonia, se nota. Caminás hasta la biblioteca y sacás un libro, sabés que no va a prestártelo, porque detesta prestar libros y también detesta pedirlos prestados. No te atreverías jamás a pedirle eso, podrías pedirle cualquier cosa y no te daría ni vergüenza ni temor, pero eso sí que no. La ofenderías; es que ella se enoja con tanta facilidad que a veces es hasta difícil imaginar cómo llevar una conversación adelante sin herirla y que sus cuchillos de letras y fonemas se claven en tu pecho y hagan brotar tanta sangre, tanta que no te queda más opción que dar la vuelta, gritar e irte.
Sacás un libro que ella ama y le rogás que se siente bajo el gomero, pero no en el banco, sino sobre el pasto, que abra el libro en una página al azar y te lea. Te gusta que te lea. De los pocos placeres que has gozado en tu vida, escucharla es el que más se acerca a tu utopía. Me pregunto por qué te es tan difícil amarla y vos te preguntás porque ella no podría ser simplemente una voz incorpórea, una transmisora de conocimiento, una palabra constante en tu oído. Pero no se puede, con ella es todo o nada.
Y ahora, después de que has escuchado todo lo que querías escuchar, tu cuerpo entero sucumbe ante el miedo. Sabés que lo que pediste no es gratuito, que ella necesitará algo a cambio, que el altruismo no es una cualidad que ella pondera.
Se levanta, te mira amablemente, quizás por primera vez en años y con la voz más dulce que jamás haya producido te dice:
-Andate. 

Tuesday 9 November 2010

Te cuento un cuento de muchos no.

Eso sí, te pido que no le mientas. Que lo que inesperadamente tu mente hile no sea escupido como si fuera verdad, que tus infamias no la alcancen, no la manches con tus culpas, no la vuelvas víctima, ahorrate el crimen. Ahorrate el crimen.
No la espíes desde la esquina, cazador furtivo, ni esperes el momento propicio para atacar silencioso.
No la culpes por tu pasado, ni la glorifiques como única santa de tu religión dudosa. Ella es ella, no la comprendas si no se te antoja, pero no la santifiques y luego le reces y luego no le cumplas. No sigas el mismo camino de siempre, no repitas, no revuelvas, no crucifiques.
Te pido demasiado, lo sé. No la evites ni la agotes. No le hables; la mayoría de las veces no es necesario. La verdad, casi nunca te escucha. 
Hace unos meses que la vida y sus alrededores se le presentan como gotas de literatura. Debería salir a la calle con el álbum de notas y la lapicera, para que las ideas no se esfumen en una cuadra, ni se pierdan en una diagonal. Todo le resulta interesante, exultante; las imágenes, las gentes, los diálogos ajenos, las ideas al portador. Como si volaran y uno pudiera meterlas en un puño, apretarlas fuerte para no dejarlas escapar.
No la inspires. No le des motivos para escribir, no la envuelvas en latigazos de memorias.
Te pido demasiado, ya sé. Pero no te olvides de todo lo que yo hago a diario por vos.
No la enfermes para luego tenderla en tu cama y desaparecer frente al primer dolor que no soportes. No la atiendas, no la escuches, no la mires, no le mientas, no la esperes, no la recuerdes, no la toques, no la llames, no la busques, no la manches, no la trates, no la pienses. Borrá el pasado pisado y borrá el futuro incierto. No la abordes ni la agredas, no la escuches ni la leas, no la mires ni la escuches, no la escuches porque ella no te escucha. 

Saturday 30 October 2010

Te cuento un cuento de jardines

Heredó un gomero y un jazmín en flor. Al igual que los libros, las plantas le gustan cuando encierran una historia, un secreto, un recuerdo de alguien más, como si existiera forma de develarlo, de penetrar en lo oculto de un ser extraño, de investigar.
En el medio del jardín se erigen ambos. Debajo del primero, un banco de madera blanco en el que reposan una lapicera negra trazo fino y álbum de notas antiguo que encontró en un cajón en la casa de su abuela. Casualmente, o no, no podría afirmarlo, a su derecha se encuentra el jazmín a punto de estallar. Como si ya no pudiera soportar un minuto más la inmensa cantidad de brotes, como si la primavera lo hubiera tomado por sorpresa, débil, plebeyo del otoño y ya no le quedara más opción que detonar la carga de millones de cartuchos de dinamita para convertir la explosión en una lluvia de aromas cálidos y colores inmaculados.
Más allá de la cerca, los autos pasan sin notar el pequeño mundo verde que se despierta cada mañana en su jardín.
Parada en el umbral de la puerta que da paso a la galería piensa cuánto relojes tendrá que gastar hasta lograr olvidarte.
Una regadera de metal, una tijera vieja, unas macetas de terracota, otra de cerámica de Puebla, un camino hecho de baldosas viejas, un laberinto de yuyos, un poco más de sol.
Sentada ya en su banco, elige pensar a escribir, siente que ya tendrá tiempo para teñir las hojas con saltos de su memoria. Corrige un mal pensamiento. Tararea una canción. Quizás intuya que alguien más escribirá esto. Y que alguien más te lo va a contar.
A su izquierda brota una mata de alegrías del hogar. Alguna vez alguien la convenció de que experimentara lo siguiente: plantar alegrías blancas cerca de alegrías fucsias. Con el tiempo vería que las blancas, gracias a la cercanía y a quién sabe qué otra cosa, se irían tiñendo, mimetizando con sus vecinas. Pensó que después de muchos años de intentarlo, esta vez lo había logrado. A fuerza de riegos y paciencia, las alegrías habían florecido.
Si caminara diez pasos, encontraría que muchas de aquellas plantas que alguna vez compró han dado flor en esta sorpresiva primavera. Pero carece de ganas o de curiosidad.
Lo maravilloso de la escena es cómo estás tan ausente que has logrado materializarte. Hubo un tiempo en que cerraba los ojos y pedía a la noche que le concediera el sueño, o la capacidad de no pensar, o la posibilidad de no recordar. Hubiese renunciado a su inteligencia y a sus propios sueños por ser capaz de olvidar todo y volverse papel blanco de un viejo cuaderno de notas, o pimpollo blanco o alegría teñida. Pero ha sido mezquino el pasar de los días y ha tenido que salir día a día a vivir su vida anclada a un recuerdo que teme no le pertenezca.
Entre las sombras proyectadas cree ver algo que se mueve. Podría ser un animal, podría ser el viento. No se inquieta, está sumergida en algo de lo que no quiere escapar, y sin embargo se le escapa.
¡Qué tirana es la memoria cuando uno le pide un deseo!  ¡Qué déspota, qué traicionera!
En un último suspiro piensa que el año que viene no plantará margaritas, porque carecen de aroma.
Se levanta, te toma de un brazo y te hace entrar.

Monday 25 October 2010

Ella quiere ser linda

Ella quiere ser linda a su manera. No a la tuya, ni a la de nadie. No quiere que la veas, ni que la vean, ni brillar, ni ponerse linda.
Quiere ser linda sin reproches, sin angustias, sin dolores. Quiere ser linda por ser linda, por no ser fea, por no ser fea a su manera.
Quiere andar descalza aunque haga frío, ponerse un sobretodo que cubra su pasado en enero y una bikini en tonos de rosado cuando le dé la gana.
Que le brille el pelo y se le vuele sin despeinarse, que se enmarañe si tiene ganas, que se ate solo cuando sea necesario.
Que los ojos se le cierren cuando mire al sol y se le abran al leer una carta vieja. Que se le frunza la nariz hasta la aparición de arrugas de sábana cuando huela lo incorrecto y que la boca se deshaga en carcajadas cuando algo le cause gracia.
Que el cuello se vuelva de tortuga grande cuando no vea su propio horizonte y que los hombros se le pongan morados al sol.
Que se le ensanche el pecho cuando sienta orgullo, que la panza se le agrande cuando coma flan y que sus piernas tiemblen hasta el mareo cuando esté nerviosa.
Que la vida no le alcance, que le quede corta. Que sienta que necesitaría 7 vidas más para completar sus ansias y que las experiencias la engrandezcan cuando haya aprendido algo.
Que las manos terminen en puntas coloridas y que las palmas se le llenen de caramelos multicolores. Que los codos se doblen para saludar y que se canse de saludar.
Quiere ser linda hasta el cansancio, hasta el hartazgo, hasta que ya no pueda ser más linda, hasta que el cuerpo le diga basta y se cierre y ya no se abra jamás, y que para el mundo el significado de belleza sea una imagen representada mentalmente de ella.
Que los cuadros se esfumen frente a sus ojos, que las calles se desmoronen bajo sus pisadas, que las ciudades se tumben y los edificios den la vuelta para mirarla. Que nadie pueda evitar un suspiro al verla pasar, ni una lágrima al verla partir. Que las ansias ajenas se transformen en utopías, que nadie la posea, que todos la deseen.
Que en las noches de soledad el mundo conspire a su favor y todo sea divertido. Que el aburrimiento no encuentre lugar en su casa, que los ambientes se expandan a voluntad, que los libros conviertan sus páginas en realidades irrefutables y que su disco favorito cobre vida en la canción indicada con sólo tararear su música.
Quiere ser linda hasta que las pecas le exploten, los dientes le duelan de tanto morderse el labio inferior, linda hasta que se vuelva transparente, indiferente, invisible al mundo, se le cierren los ojos y se entregue a un sueño profundo que quizás sea nada más que volver a ser quien es. 

Wednesday 13 October 2010

Te cuento un cuento de cuchillos

Enjuga lágrimas de felicidad extrema y si se preguntara por qué desea llorar, no lo sabría contestar. Quizás te haya esperado bastante tiempo o sólo el suficiente y tu imagen, asesino, la conmueve. Ya las ha matado tantas veces que no siente dolor.  Entonces aparece la imagen de tu cuchillo que se clava en sus entrañas y deja brotar litros de sangre pura e inocente que sólo buscan saciar la necesidad de que el cuchillo se mantenga adentro. Es la primera vez que una victima desea la muerte misma como camino a la salvación. Brota la sangre negra y mientras ella cae y se mancha en el charco de su prosperidad, vos te alejas bajo las sombras y te sentís vencedor invencible.
Juntar gota a gota la sangre será entonces  lo único que la mantenga viva hasta el día en que decidas asesinarla de nuevo y entonces ella se deje matar, tan fácilmente que hasta cree que lo está haciendo mal. 

Thursday 7 October 2010

Te cuento un cuento sobre el tiempo

Había preparado todo para que nada parezca cambiado, detenido el tiempo en la última noche que durmieron juntos y se sentó a morir en el sillón donde nunca te habías sentado,  y recorrió con las yemas de los dedos las notas de la canción que ambos adoraban y justo la semana anterior había sonado en la radio cuando estaba en el auto de la persona incorrecta. O correcta. No, correcta no.
La música deprimente llenaba los espacios. Sorprendentemente, todo distaba de ser  deprimente, lúgubre. Su sonrisa se dibujaba bajo el manto de la vergüenza y de la rabia. Deseaba que nada tuviese que ser modelado para detener el tiempo, sino que preferiría que todo hubiese seguido un curso normal donde el tiempo fluyera de la manera reglamentada por el reloj. Pero nunca pasó.
Se dio cuenta de que ya era la hora porque sus mejillas se habían puesto coloradas. Abrazó la memoria de una foto que hacía tiempo había roto y ahora deseaba tener para ver. Sonó el timbre a la hora señalada por un encuentro secreto y se miró al espejo por última vez.
Después el tiempo transcurrió rápido, indiferente y ella logró nada de lo que había planeado. 

Hoy es una semana después. Hoy es exactamente una semana desde que apretó el gatillo de la revelación, te dijo su verdad y suicidó su felicidad. 

Tuesday 5 October 2010

Ella

Ella no te deja dormir.

Sunday 3 October 2010

Te cuento un cuento desde la puerta de su casa


           Hoy te cree todo. No quiere ir con cautela contigo, aunque sepa que con vos esa es la única forma de andar a salvo. 
Te creo cada una de las palabras que en tu cara ella llama mentiras. Te creo que le crees que te quiso mucho y que cedió, y que se rindió rápido. Te creo que le crees que ya no le interesas, te creo porque te conviene que creas, que lee creas, creer, ¿por qué se creyeron tantas cosas? Creeme, no ha mentido tanto desde hace mucho tiempo, y aunque ya sabés cuál fue su error más grande, no sabés que te miente cada vez que te ve y que cuando te dice que te extraña en realidad quiere decirte que te quiere ver, y que cuando te dice que está todo bien, en realidad quiere decir que no entiende por qué siempre están tan juntos en casi  todo y tan separados en un solo punto.
Todo esto me deja contar esta crónica.  
Viven en esta constante aliteración de sonidos enfermos: los de otros, y viven encerrados en frases agramaticales constantes, como si tu nombre y el suyo no aplicaran los principios más básicos de la Gramática Universal. Perdón, no quería que el tema se vuelque a mis estudios, francamente, últimamente no puedo despegarme de ellos, porque ustedes tienen mucho que ver en mi falta de ganas. Igual que vos. Porque sin ella, te faltan las ambiciones, las esperanzas. Igual que ella que sin vos se vuelve una adulta y eso es precisamente lo que no quiere, con tu imagen sigue siendo muy joven, muy adolescente, porque tu nombre significa eso, toda su adolescencia, ¿no te das cuenta? Porque tu nombre es su sueño de adolescente, su corazón roto, verte ir con todas menos con ella. No tenía necesidad de mentirte, pero si deseás analizarlo, vos mismo la obligaste, jamás reparaste en ella, jamás.
No voy a hacerte ningún reproche, yo mismo los odio. ¿Qué puedo yo reprocharte? Has entrado por la misma puerta otra vez, victorioso, como si supieras que vas a ganar otra vez la batalla, sabiendo que ella se dejará ganar. Ambos tiran y tiran, y si aflojan es parte de sus secretos y cuando se rinden ante la derrota, caen y tardan en incorporarse.
Haceme un favor, llamala en unos días. 

Wednesday 22 September 2010

Lo peor de tener tiempo libre, es que nunca es tiempo libre real. Siempre tengo algo que hacer, algo que me quedó postergado, algo que no quise hacer antes y ahora se abre como la única opción viable.
Pero hoy tampoco quiero hacerlo.
Ni voy a querer hacerlo mañana.
Y así, me perseguirá infinitamente hasta que me agote ese pedacito de cerebro que se encarga del cargo de conciencia. Odio el cargo de conciencia.

Monday 20 September 2010

Ideas

Hoy me levanté con la sospecha de que si intento un poco, se me va a caer una buena idea. Debido a la hora (9.04 am), dudo que eso suceda inmediatamente.

Sunday 19 September 2010

Te cuento un cuento desde el balcón

Nosotros la veíamos pasar por la ventana del cuarto de arriba. Todos los días, a toda hora. Había algo en ese piso que le llamaba la atención más que la cocina, el comedor y la sala de juegos, todo lo que quedaba en el piso de abajo.
Arriba había una alfombra sucia que le traía recuerdos que ella deseaba que fueran menos sucios,  y quizás por eso decidía caminar todo el día, todos los días, recorriéndolo como a un cuerpo que besa o como a un cuarto que camina, recorriendo recovecos vacíos de decoración y vacíos de recuerdos. Ella caminaba despacio, rápido, corría; cambia la música. Mira por la ventana (si fuera más sagaz o se preocupara más, sus ojos la llevarían directamente a nuestros ojos) Nos sentamos a verla. Preparamos café y nos imaginamos la vida de alguien  demasiado convencional . Se desenvuelve como si estuviera en un teatro. Cambia la música.  Preparamos café, preparamos los ojos  para charlar. Quizás también preparemos (en secreto) los labios para besarla intangiblemente.
Su vida nos ha cautivado desde que llegó. Todas las veces que cambia de atuendo. Sus visitas. Alguna vez saludamos a aquel a quién adoró. Envidia. Envidia que corre por estos labios, y bronca. Nos miramos y desearíamos acompañarla en el recorrido diario por el cuarto. Nos conformamos con historias que inventamos sobre tan inmaculado ser. Su vida o falta de vida nos cautiva. Nos enloquece. Nos pervierte. Tocamos temas increíbles, indecibles, innombrables.
Un día aparece la sombra de alguien a quién no podemos distinguir. Nos inquietamos ante la posibilidad de que nos la roben. Nos enojamos. Se escucha como dejamos caer una taza de café. Se escucha un grito de furia, el empapelado arrancado, la ira. Cambia la música y no nos ve. Quizás nos haya visto él. Sus ojos le mienten. Querríamos decirte que no le creas, que es mentira, que sus ojos engañan. Querríamos decirte que odiamos la música que pusiste. Pero las palabras se pierden en los metros de patio que separan tu ventana de la nuestra.
Otro día aparece la misma sombra. Nos enfocamos en ella, en cómo se mueve, en cómo lo mira, cómo lo toca. Sus ojos entienden el mensaje y no le cree. Tiene a tantos como él... A tantos menos a nosotros que nos perdemos en la onírica imagen de tenerla entre nuestros brazos. Desaparece. Se está mirando al espejo y confirma que se ve grandiosa. Luego risas. Luego otra taza. Debemos comprar algunas más. La ira nos está dejando sin utensilios para la hora de verla. Es casi una novela que se frustra al descubrir que es realidad. El marco de esa ventana.... la pantalla de televisión de una historia que dista tanto de la ficción casi como ella dista de nosotros. Aquí estamos , sin ella , sin nosotros.
Él no es el protagonista de su historia. ¿Por qué está ahí?
La mira y la persigna, la santigua con un gesto irreal. La eleva a alturas insospechadas,  y ella se deja elevar, corre por el cuarto, hace un poquito de fuerza y logra elevarse. Levita frente al simple pensamiento de ser enaltecida cómo era enaltecida antes. ¿Hubo un antes? ¿Dónde estuvo ella todos estos años? La persiguieron historias, la elevaron manos, la glorificaron pensamientos , la engrandecieron costumbres, sueños, noches-fracaso, noches-éxito. O sólo noches.
Él la atrapa, la toma, la quiere. ¿La quiere? Hemos empezado a creer en su historia. Y le damos la oportunidad. O no. Le mentimos una oportunidad. No la creemos nosotros, ni la cree ella, pero la cree él y eso sobra.
La besa, la abraza, la toma, la toca, la siente, la sueña, la besa otra vez. La esculpe, la pinta, la mira, la imagina, la delira, la divaga, la manipula, la roza, la razona, la reacciona, la divisa, la percibe y la descubre.
Se va.
Ella recorre el cuarto un poco más. Ordena el lío que le recuerda al verdadero protagonista.
Se cambia, se espeja, se ríe, se acuesta y deja que la cama se la coma y muere