Thursday 31 March 2011

Te cuento el cuento de una estatua

Hay una estatua gigante hecha de imágenes que ya nadie cree. Hay una sillón donde nunca te sentaste y probablemente jamás te sentarás. Hay una estatua que debería  derrumbarse, rocas que caen, egos golpeados. Una estatua de un pasado fatídico, de la muerte misma. La estatua de un recuerdo casi borroso. Hay una escalera donde te sentaste y tomaste un trago en un vaso rojo de plástico y prometiste cosas imprometibles y  la miraste sin mirarla y la tocaste sin tocarla.
Hay una melancolía y una nostalgia tan indescriptibles que quizás jamás pueda detallarlas. Guardó una a una las penas, el dolor, guardó  su muerte en una caja donde también hay palabras que escribiste alguna vez  mientras la mirabas, reías y jurabas lo injurable. 
No sé escribir palabras que no haya escrito ya millones de veces, ni sé decir cosas que ya no haya repetido muchísimas veces. Cae y cae y vuelve a caer. Todo el tiempo, las incesantes preguntas perennes que no dejan de existir. Su vida es un árbol tupido de hojas y hojas de tu historia. De su historia. De mi historia. De nuestra historia.
Hay una imagen triste de un cuerpo mutilado sobre la cama. Los pedazos podridos de carne reposan en una muerte inequívoca. Hay un cuerpo en la cama donde dormiste que escucha ruidos y voces y escucha mentiras que ya no puede diferenciar de verdades hipotéticas auto-creadas sólo para la propia satisfacción de ese pedazo de carne que hay sobre la cama.
Su casa es una sucesión de recuerdos interminables. Hay un patio donde te sentaste a burlarla pidiendo de rodillas que te entregara su vida. Está ese patio lleno de fantasmas de memorias que aún vagan en esa pequeña tierra o ese pequeño mundo lleno de vos. Hay memorias fantasmas. Recuerdos espectrales de todo lo que hiciste sin saber que hacías y aún así lo hacías con la  precisión de un escultor. El escultor de esa estatua que está mirando con los ojos entreabiertos en una especie de vigilia inauténtica. Ha querido dormir todos estos meses y se ha forzado al insomnio sólo para poder retener tus imágenes que se le agotan con el paso de los días. Te ha tenido menos veces de las que no te ha tenido, sin embargo ha besado tu recuerdo muchas más veces de las que besó tu cuerpo impío.
Hay imágenes irreverentes y todo te lo debe a vos. Vivís aquí hace tanto tiempo que tendría que comprar más muebles para apilar la eterna sucesión de acciones que perpetrás dentro del cerebro del muerto que está tirado sobre esa cama donde tantas veces  te lloró y donde aún  te llora. No ha dejado de hacer nada de lo que hacía cuando estabas corpóreamente aquí.
Una alfombra que guarda el recuerdo más imborrable de todos, donde ha marcado con tizas indisolubles el día en que su vida se convirtió en el después. Y dejó de haber antes. Y todo se convirtió en después. Una alfombra que grita la forma de tu cuerpo con la precisión que tiene un artista al producir su arte. Es que vos sos arte. El arte más puro que jamás haya conocido, el arte mejor pensado y a la vez más espontáneo. Sos una obra maestra, la obra culmine de quién te ideó o quién no te ideó. La estatua poco desdeñable que moldeó a la perfección de lo que sus ojos veían y ven en vos.  Ha creado desde la ficción, desde lo imaginario una obra que le costará mucho igualar.
Las manos del cuerpo inerte, las manos inactivas de quien ya no puede volver a esculpir.
La estatua sigue firme y erguida en el patio de sus inclinaciones. Has hecho de todo para derribarla, has mentido, maltratado,  ofendido, asesinado y aún así...sigue elevada, fija, segura e inmóvil. La ha hecho con materiales de muy buena calidad. No lo olvides. 

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