Thursday 30 June 2011

V Parte





Me llegó la posta desde Blog A ... así enlazó esta humilde conductora, que sigue espiando desde su auto la vida de los demás.





El día afuera se desplegaba con el fulgor que sólo podría permitir un verano abrasador. El calor se tornaría insoportable en breve y lo notarías si no fuera porque decidiste quedarte en la cama unos minutos más.
Yo estacioné mi auto para mirarte, como de costumbre, cerca de la ventana verde. Estabas inusualmente despeinada y todavía vestías la misma ropa negra que la noche anterior ¡No es para menos después de una noche cuasi esquizofrénica!  Debajo de la cama estaba tu fiel amigo el perro y si te atrevieras a asomarte, encontrarías las cartas que creés perdidas desde hace mucho tiempo.
Tus ojos rojos recorrieron el ambiente como si no supieras bien dónde estás, te faltan fuerzas para incorporarte y te sobran ganas de dormir, o de llorar, ambas acciones en vos persiguen el mismo fin. Quisieras olvidar el atentado de amor que sufriste la noche anterior y del que no podés escapar y mientras te revolcás en las sábanas que huelen a cigarro, a sangre y a amor te preguntás si los sucesos de anoche fueron reales o el producto de la suma de millones de idealizaciones que creés deberían ser tu vida.
Los minutos se estiran demasiado cuando todo lo que queda es la memoria y es así que hora y media después, decidís levantarte.
Todo hoy se te presenta lento. Caminás pausado y con cada paso se abre una remembranza, tu vida es este presente lleno de pasado y carente de futuro, y eso, en vez de amedrentarte, te llena de una sensación de adrenalina que no podrías explicar con palabras.
Ponés el agua para el té y prendés la radio. Las noticias son las de siempre, la revolución, el caos, las peleas, el revuelo general y recordás sin querer que él hoy, a esta hora, podría estar muerto. Subís el volumen y tratás de escuchar un poco más, pero no hay nada de eso y sonreís feliz.  Abrís tu cuaderno de notas y comenzás a redactar, pero el ruido del agua hirviendo en la pava te desconcentra y abandonás la actividad. Quisieras poder explicar cómo es que el miedo y el amor se habían conjugado en tu casa, en tu cama la noche anterior, pero se te hace imposible y concluís que hoy no es día para ponerte a inventar palabras para definir tus sentimientos.
Tomás el teléfono para llamar a tu tío Carloto y preguntarle si él apareció por el bar esta madrugada. Yo sólo escucho que decís : “ bien”, “aha”, “mmm”, “decile que vuelva cuando pueda”. Pero hablás como si temieras algo y colgás demasiado pronto. Yo necesito imperiosamente saber más, enciendo el auto, sé  dónde debo ir.
A penas estaciono detrás del bar recuerdo como desearías poder ir allí, frecuentar El Enano Saltarín,  ya que en definitiva, no es más que el lugar soñado para alguien como vos; uno viaja al pasado o al futuro cuando pone un pie adentro, y para alguien carente de un porvenir  el recinto se te presenta casi como una utopía.  Has empezado a pensar que tu vida es simplemente mirar hacia atrás y revivir los últimos catorce años; y has caído en la cuenta de que a partir de anoche no hay mucho que hacer, sólo esperar.
Se habían conocido en el parque que unía las avenidas cuando todavía iban a la escuela primaria. Él se escondía detrás de un pino para verte pasar con tus zapatillas rojas de caña alta, con tu walk-man en el bolso y un cigarrillo escondido en tu boca. La vida los había unido un año después gracias a unos amigos en común en una de esas reuniones secretas en el  ático de la casa del padre de Jimena y ahí mismo decidieron unirse para siempre. Vos fuiste siempre el bastón que sostuvo su caminar y su crecer, la baranda donde apoyarse, el lugar seguro al que uno siempre quiere volver, el refugio, la infancia eterna, y hasta quizás el mismísimo aire.
Con los años te diste cuenta que no podías seguirlo. Sus actividades eran cada vez más secretas y peligrosas y las cartas que te enviaba sólo saciaban momentáneamente tu necesidad de él.  La mayoría de las veces ni siquiera entendías lo que decían, pero el simple hecho de saber que él con su puño y letra las había redactado bastaba para abrazarlas fuerte contra tu pecho y sentirlas una recompensa que te entregaba el tiempo por el sólo hecho de saber esperar.  Catorce años… ni uno más, ni uno menos, todos y cada uno de ellos dedicados a él, a cuidarlo desde lejos, a protegerlo bajo tu ala, a amarlo desesperadamente. Y él, a su manera, a amarte también a vos.
                                                                              ***
El bar, como bien sabés, tiene unas habitaciones detrás que tu tío Carloto solo ofrece cuando el caso lo amerita. Allí todavía era de noche gracias a unas frazadas que cubrían las pequeñas ventanas cercanas al techo.
Tu amor había estado sentado unas cuantas horas con la mirada perdida en un buen recuerdo antes de entregarse por completo a la nostalgia. Siempre le costaba demasiado tomar la decisión de no olvidar y peor aún,  decretar que vagaría por segundos incalculables, incontables por tramos y trazos de una historia que hasta anoche le parecía perdida. Sin la ayuda del boticario jamás habría podido llegar a tu casa. Piensa en su futuro por un largo rato y se pregunta si debería dejarlo todo por ti, o por su otro amor (como a él le gusta llamarlo), la justicia. El mundo se está derrumbando y él encuentra inevitable amarte pero también es inevitable el impulso interno que lo lleva a las reuniones secretas aún hoy en día, a pesar de todo, a pesar de vos.
El olor que proviene desde el bar le dice que ya es hora de levantarse. Espía a través de la cortina de juncos que separan la habitación de la sala principal y ve a Carloto en su puesto, como siempre. Se pregunta qué habría sido de él todos estos años sin la ayuda de tu tío y duda (por segunda vez en el mismo día) si debería dejarle la posta a alguien más joven y con menos apego a un viejo amor.
El salón principal  exhibe un desfiladero de gentes y personas que hace tiempo no saborea. Observa  por un rato con desconfianza, saluda con un gesto a tu tío y se acerca a Jacinto, o al mono, baja la mirada, le guiña un ojo a Leonardo ( ¡ por Dios hoy están todos aquí!), saluda a los demás con la mano ( desconfía del hombre del paraguas) y recorre con la vista el bar una vez más.  En la barra está Jimena, la abraza con dolor, toma sus manos y la mira cándidamente antes de susurrarle al oído:
-Cuando puedas llamala y pedile que encuentre esas cartas que hace tanto le envié. Todo lo que necesita saber está en ellas.



Y ahora le dejo yo la posta a Layna , espero que puedas hacer algo desde aquí, o desde algún otro lugar.



Aprovecho para agradecer la invitación a tan maravilloso trabajo comunitario , estoy conociendo blogs increíbles que me dan material de lectura nocturna cada día. 

Sunday 12 June 2011

La Imposibilidad

Todo comenzaba en la cabeza. En alguna parte se encontraban y hacían sinapsis cuantiosísimas neuronas que no sólo se basaban en las experiencias químicas vividas en ese momento, sino también en algunas retorcidas volteretas que daba la memoria.
Luego saboreaba el pensamiento y lo volvía a repetir. En un extraño juego que le había planteado su vida, ella siempre temió no poder recordar las frases maravillosas que se le ocurrían en cualquier lugar y es por eso que un buen día decidió sacar el viejo anotador que había encontrado guardado en un cajón en la casa de su abuela, llevarlo siempre en la cartera y al momento de la revelación, tomar nota sobre ello.
A veces una idea le dolía en la panza y le provocaba llorar. A veces una realidad auto-revelada se le aparecía en el camino, la pensaba, la repensaba y a la tercer vez le daba paso a la lapicera pluma Parker tinta negra para que con su majestuoso fluir la perpetrara en la hoja, tatuándola de por vida en una página en blanco.
Y también había diálogos extensos con los temas más variados como protagonistas: el amor y su mejor amigo, el desamor, el mundo, el amor, su historia en común, el amor y su mejor amigo el desamor, la explicación al desamor, el amor como química y como lenguaje, de por qué el amor jamás sería matemático, del desamor. Y como ramas inquietas la semana anterior a la primavera, el pensamiento se llenaba de cosas para decirte. Todo siempre comenzaba en la cabeza, luego la sinapsis y luego la Parker tinta negra.
Claro está que cuando corpóreamente te hacías presente frente a ella, una magia inexplicable nublaba su cabeza, se apoderaba fatalmente de su memoria, adormecía sus brazos y secaba la tinta; lo más fabuloso era ver cómo una a una las palabras escritas para vos se borraban y la frustración causada por el torrente de frases que deseaba decirte pero que su garganta, reseca y enmudecida, se negaba a reproducir.